lunes, 17 de marzo de 2008

Importantes Diferencias, Imprescindibles Precisiones

LIBERALISMO ECONÓMICO

En el campo económico, para la ideología liberal, los controles diversos que imponía la sociedad medieval a la economía, constituían un corsé institucional que no favorecía el progreso. Corresponde, por tanto, un nuevo concepto que pudiera romper los esquemas rígidos de la economía medieval. En este orden, los teóricos liberales partieron del supuesto que el orden económico estaba regido por leyes tan rígidas y determinantes como las que regían el mundo físico. De allí, que la gran preocupación del economista liberal será la de descubrir las leyes económicas para adaptarse a las mismas. La principal de éstas es la de la "oferta y la demanda", destinada a regular los precios y los salarios, supuestamente, sin el menor error. Así, como extraña paradoja, se parte de la libertad para llegar a un determinismo sin alternativas en lo económico.
Para que este liberalismo económico pudiera tener su plena expresión, requería necesariamente el cumplimiento de ciertos requisitos básicos. En primer lugar, la libertad del individuo. A su vez, junto con exaltar la libertad individual y concebir a la sociedad como una suma de unidades yuxtapuestas que logran por si mismas el Bien Común, la función del Estado debe quedar reducida al mínimo. Esta doctrina reserva al Estado la función de vigía para que nadie atente contra la libertad de los demás y pueda darse el juego espontáneo de las libertades individuales. La misión básica del Estado, por tanto, se remite a defender y proteger la propiedad privada. Solo podrá intervenir como recaudador de impuestos subordinado a las necesidades de los gastos públicos. Pero, como extraña paradoja, en los fundamentos mismos del liberalismos se encuentren todos los presupuestos para que en nombre de la libertad se esclavice; en nombre de la igualdad se sumerja en la miseria a grandes sectores de la humanidad; en nombre del progreso regiones enteras se hagan más dependientes, y mientras naciones privilegiadas alcanzan el status de desarrollados, una inmensa mayoría queda en condiciones de subdesarrollados.De este modo, entre las doctrinas económico-sociales que más han marcado la historia de los dos últimos siglos, el liberalismo y su realización histórica, el capitalismo, ocupan un lugar tristemente privilegiado. Y no podría ser de otro modo, cuando por su exacerbado individualismo y egoísmo y los fundamentos que lo inspiran, los derechos económicos y sociales que de él derivan son negados para la inmensa mayoría de la población del mundo. Lo dicho, por cuanto gran parte de los graves problemas sociales que la humanidad enfrenta -desde comienzos del siglo XIX hasta nuestros días-, reconocen como causa principal a la ética individualista racionalizada sistemáticamente por el liberalismo, y a la maximización del espíritu de lucro, llevado como categoría suprema del quehacer económico por el capitalismo.
Al amparo del egoísmo personal como reacción frente a la inmovilidad medieval y en el centro cultural de un antropocentrismo creciente, el liberalismo demora casi cuatro siglos en formarse. Y a pesar de haber enfrentado varias crisis, su espíritu y diversas estructuras económicas y sociales que ha engendrado a través del capitalismo, demuestran su gran capacidad de adaptación y auto regeneración. Por todo ello, el liberalismo posee una enorme dosis de filtrabilidad sociocultural. Sus valores fácilmente penetran por todas partes y marcan la manera de ser y de pensar en las sociedades del mundo. Es por ello que vivimos en el clima cultural y ético que él ha formado. De allí, también la dificultad para desenmascararlo. Sus máximas: "los negocios son negocios", "siempre habrá pobres y ricos", "lo importante es ganar", etc., permean las sensibilidades morales más estoicas. Constituyen principios llenos de inhumanidad, sin embargo, son las máximas rectoras para la mayoría de nuestros contemporáneos.No obstante, hay que distinguir el liberalismo filosófico del económico. Son diferentes, en tanto el primero, contribuyó de un modo decisivo al establecimiento de los DDHH en su categoría de derechos civiles y políticos y, el último, fue y sigue siendo un elemento doctrinario de la crisis, al negar derechos económicos y sociales para gran parte de la población del mundo.
Así, en la medida que el sentido y alcance de las ideas sean un factor de crisis o inestabilidad en los DDHH, el liberalismo económico sigue siendo un elemento de esa crisis o de esa inestabilidad. Podemos concluir, a la luz de sus propios resultados, que la historia del liberalismo económico ha sido una historia dramática de omisiones, olvidos y distracciones. El desprestigio fundado que pesa sobre el liberalismo, confundido con su forma más defectuosa -el liberalismo económico-, es un inmenso trágico ejemplo de eso. Y lo grave es que parece que no hubiera sensibilidad para captarlo. Porque resulta un hecho de la historia, que el sistema económico y social nacido del liberalismo que orienta la economía exclusivamente en función del beneficio privado, no es la perfección, no es la justicia, ni modo de garantizar en plenitud la distribución de la riqueza social, ni las conquistas de nuestros fundamentales derechos, puesto que, todavía es la esencia de lo que divide a los hombres en clases irreductiblemente opuestas y, más que eso aún, a las naciones en ricas y pobres.

EL NEOLIBERALISMO

Una nueva ideología muchas veces en la historia se han producido coincidencias pocos felices. Ello, a propósito de que la caída de los regímenes militares en América Latina, coincide con el advenimiento de una nueva forma de vida para todos los habitantes del planeta. No se trata sólo de una nueva fase económica -como suele creerse-, más que eso, se trata de una nueva ideología más cerrada que todas las anteriores. Ni más ni menos, la presencia de un nuevo monstruo lanzado al escenario que se revela mucho más terrible que todos los flagelos anteriores: el "neoliberalismo". Una ideología que no sólo está envolviendo al mundo occidental, sino que a todas las regiones del planeta.El neoliberalismo, no surgió -como suele creerse- con Margaret Thatcher y Donald Reagan en la década del 80. Su punto de partida se sitúa con el "Camino a la Servidumbre", de Friederich Hayek, escrito en el año 1944. En tal libro, Hayek, plantea un ataque virulento contra toda participación del Estado que pueda limitar los mecanismos propios del mercado, denunciando cualquier posición en tal sentido, como una amenaza letal a la libertad, tanto económica como política.
Se argumenta, que el igualitarismo del periodo promovido por el Estado de Bienestar, destruía la libertad de los ciudadanos y la vitalidad de la competencia, de la cual dependía la prosperidad de todos. Desafiando el consenso oficial de la época, teorizan la "desigualdad" como un principio asociado a un valor positivo, imprescindible en sí misma, y de la que precisaban las sociedades occidentales. Sin embargo, por las condiciones imperantes en el periodo, tal mensaje se mostró irrelevante por más de 20 años.Es sólo a principios de la década del 70 cuando encuentra un momento favorable para sus ideas. Momento, en que el mundo capitalista avanzado cayó en una larga y profunda recesión con bajas tasas de crecimiento y altas tasas de inflación. La raíz de la crisis, aseguraban, estaban localizadas en el poder nefasto de los sindicatos y de los movimientos políticos obreros, que habían socavado las bases de la acumulación privada con sus presiones reivindicatorias sobre los salarios y con su presión parasitaria para que el Estado alimentase cada vez más los gastos sociales.
Neoliberalismo económico

Dentro del marco de esta nueva ideología, la evolución de la base económica ha llevado en el presente, a que se deje de hablar del liberalismo para hacer referencia al neoliberalismo. Por tanto, quién se refiera a la economía de hoy con los conceptos del liberalismo pasado, da pruebas de estar atrasado con respecto a como se presenta en nuestros días la base económica, en su nueva fase.El liberalismo económico ya no se encontraría en condiciones para reconocer la existencia del gran monopolio en su nueva fase. Ello, porque las multinacionales de hoy expresan la negación de las ideas liberales en su estado puro originario. El monopolio, en su nueva fase, es la negación del pensamiento económico liberal, en la medida que éste último se basa en la idea de la libre competencia como modo de hacer la economía. Y bien sabemos, que con el carácter actual que adquieren las multinacionales cualquier propósito de competencia carece ya de todo sentido. Por ello, se le ha agregado al liberalismo el prefijo "neo", para distinguirlo del liberalismo clásico. Porque en el nuevo escenario, el neoliberalismo establece su propia estrategia, ahora, a escala planetaria.
En esta nueva perspectiva, el neoliberalismo desborda ahora las fronteras de los Estados nacionales para imponer un estilo de economía hasta en las más apartadas localidades. Para ello, ha logrado que el Estado de Bienestar como regulador de las relaciones intermonopólicas, se salga de la escena para que los supermonopolios se disputen "libremente" entre si el poder de los centros económicos mundiales. Esta estrategia le ha reservado su papel a las naciones dependiente, porque mientras en el Primer Mundo los supermonopolios hacen a un lado al Estado, en nuestra región se intenta, además, que nuestros Estados sean impotentes para proteger la soberanía nacional y puedan entrar con mayor facilidad los supermonopolios del Primer Mundo. De este modo, los países más desarrollados exigen en nuestros pueblos normas que no necesariamente se dan en los suyos y, consecuentemente, establecen un estado de dependencia mucho más fuerte.
El caso más expresivo de esto último lo tenemos, por ejemplo, cuando EEUU intenta imponer sus ideas a nuestros países pero no hace efectivas esas mismas ideas en el suyo propio. Cuando nos dice que no debemos tener déficit presupuestarios, se da el lujo de tener un déficit de más de 400 mil millones de dólares. Cuando nos dice que no tengamos déficit comercial, el suyo es el más grande en proporciones abismales. Cuando nos estimula a no hacer más políticas proteccionistas, las principales políticas proteccionistas tienen lugar en el propio EEUU. Cuando nos convoca a no subsidiar nuestra industria y agricultura, sin embargo, subsidia las propias, etc... ¿A qué equivalen estas políticas desde EEUU y el FMI? Equivalen -dice Fidel Castro- a convocar a una competencia de fútbol, entre los campeones olímpicos y un equipo de kindergarten, pero con las mismas reglas.Un segundo elemento parte del supuesto que crecimiento es sinónimo de desarrollo. Esta es la impresión más fuerte que se ha adentrado en los economistas actuales.
Sin embargo, numerosas estadísticas y el análisis de distintos variables de agentes económicos diversos, echan por tierra el supuesto de esta relación y, más aún, la dramática realidad social de las masas pobres que pueblan casi las tres cuartas partes del planeta. No obstante, pese a los resultados sociales cada vez más regresivos, los responsables políticos de nuestro continente persisten en seguir imponiendo la política neoliberal, fundado en la idea supuesta de que crecimiento es igual a desarrollo y que en un mundo que es cada vez mas integrado e interdependiente lo esencial es promover e incentivar esta relación. Se confunde así, el éxito de determinados indicadores (los macroeconómicos) con el desarrollo, tomándolo como un éxito global. No se tiene en cuenta que la primera de estas variables sólo favorece a un sector mínimo del sector económico (exportaciones, banca, industrias, telecomunicación, etc.), en tanto el ciudadano de a pie, el que vive de un trabajo, el que vive sólo en el marco de la microeconomía familiar, este desarrollo sólo lo vive en los noticieros de la televisión o titulares de los diarios.Un tercer elemento, se encuentra vinculado a lo que se ha dado en llamar "proceso de integración". Un proceso que, como todo proceso, tiene su lado positivo y otro negativo.
Su aspecto más favorable lo muestra el hecho de que por ser un proceso de integración económica a nivel global, se caracteriza por la descentralización de la producción, generando costos de fabricación más reducidos y bienes y mercancías de consumos con coeficientes de calidad y precio netamente mejorados. Paralelamente, se produce una eliminación progresiva de las fronteras económicas entre los distintos países, generando con ello la liberación de los flujos y transacciones a todos los niveles, tocando tanto la eliminación de las barreras institucionales y legales, lo que deja en total indefensión a las políticas de cortes nacionales. Y si la integración económica neoliberalista ha producido, objetivamente, una rebaja de precios en todos los productos en que se encuentran implicados las nuevas tecnologías, a su vez, ha producido una regresión en la distribución de la riqueza social, sin perjuicio de la aparición cada vez más masiva de los empleos precarios desprovisto de cobertura social, alta tasa de desempleos, marginalidad social y otros fenómenos.

1 comentarios:

Blogger C. ANDOLINI ha dicho...

Y ASÍ COMO DIGO UNA COSA, DIGO OTRA..

ESTADO LAICO ES UN ESTADO DEMOCRÁTICO. "LA TOLERANCIA A LA INTOLERANCIA PRODUCE INTOLERANCIA, LA INTOLERANCIA DE LA INTOLERANCIA PRODUCE TOLERANCIA (SAVATER)"

Un texto para análisis.

La libertad de los modernos

Juan García de Quevedo
31 Mar. 08

Muchas veces, cuando hablamos de Estado laico y cultura laica, muchos piensan que se está hablando de algo antirreligioso. Es decir, que el Estado laico es un Estado antirreligioso. Falso. El Estado laico lo es para proteger a todas las religiones, a todas. Claro está, sin privilegio en su trato a ninguna.

Pueden ser poderosas y mayoritarias, como lo es en nuestro país la católica; o pequeñas y poco significativas por su número de simpatizantes, pero el Gobierno debe tratar a todas por igual. Sin ninguna preferencia, debe tratar a todas por igual, al margen de las convicciones religiosas que tenga el gobernante.

El Gobernador no puede ni debe mostrar ninguna preferencia, así sea, como el señor Emilio González Márquez, un ferviente católico. Una cosa son los actos de Gobierno y otra las simpatías religiosas de la persona.

Pero lo más importante: el Estado laico permite y está obligado a garantizar todas las creencias, todas las religiones por igual. Sin Estado laico es imposible la libertad religiosa, y la libertad religiosa es un derecho esencial a la persona humana.

Si se consideran las ventajas que tiene para todas las religiones el Estado laico, se verá que también sola y únicamente el Estado laico protege en todo y por todo la libertad de la persona. La libertad de creer o no creer, la libertad de pensamiento y la libertad de fe en el misterio.

Hablo de fe en el misterio porque con el Renacimiento, y luego en el Siglo 18, la cultura laica avanzó y se consolidó con las filosofías racionalistas, que hicieron a un lado el misterio para postular a la razón. La cultura laica significó debatir, criticar, investigar; es decir, reforzar la libertad de pensamiento, de escribir y de hablar. Esta cultura laica crea otro valor, la tolerancia, que implica un absoluto respeto a la persona.

Aquí es importante una precisión: la tolerancia es el respeto a la persona, no a los argumentos, porque todo argumento es en principio debatible y criticable. Respeto a la persona, no a sus opiniones y comentarios, que pueden y deben ser criticados: la tolerancia a los intolerantes produce intolerancia, y la intolerancia de la intolerancia produce tolerancia (palabras del sabio Savater). Lo cierto es que el anticlericalismo no significa espíritu antirreligioso, el laicismo no debe entenderse como radicalismo ateo o antirreligioso. Por el contrario, el Estado laico permite y hace que la ciencia avance y que los productores de ciencia, los científicos, vayan al templo de sus preferencias. Por tanto, podemos afirmar que la cultura laica hizo indispensable al Estado laico y que es difícil que se dé la democracia con una religión de Estado.

Pero el Estado laico también le conviene a las religiones porque no puede privilegiar ni controlar. Por tanto, la autonomía de las iglesias respecto al Estado está garantizada justamente por la laicidad.

El Gobernador se equivocó porque privilegió a una Iglesia sobre el resto de las Iglesias, porque como Gobernador otorgó privilegios que no están en sus facultades. Porque su declaración de que él hizo ante los ojos de todos lo que antes, hipócritamente, los gobernantes hacían por debajo del agua, es una declaración inequívoca de que cometió una ilegalidad. Por otra parte, nada sería más cercano al espíritu cristiano que admitir que se equivocó y actuar en consecuencia. Lo otro es actuar como si los presupuestos que discuten y otorgan los diputados fueran para su uso personal. Eso es patrimonialismo puro, pensar que los impuestos de los ciudadanos son patrimonio suyo y puede hacer uso de ellos a discrecionalidad.

En conclusión, así es, estimado lector: la cultura y el Estado laico son fundamentales para nuestra libertad, y también esenciales para las religiones, porque se reconoce su autonomía. Por ello, la separación Estado-Iglesia impide que el Estado manipule a su antojo y conveniencia la religión, y ninguna confesión religiosa puede ni debe estar subordinada al Estado. Porque en una sociedad de ciudadanos, tanto el Estado como la Iglesia están únicamente subordinados a la ley.

Existen principios irrenunciables e innegociables, el de legalidad, el de división de Poderes, etcétera. Porque en una sociedad de hombres libres sólo se obedece a la ley, por decirlo de una manera sencilla, en el Estado de Derecho, todos, gobernantes y gobernados, deben obedecer únicamente a la ley. Y al Gobernador, el pueblo le mandó mandar en la ley, con la ley y por la ley.

Entiendo que el asunto es ya un mar de confusiones, declaraciones inconcebibles, contradicciones, declaraciones banqueteras que crean verdaderos absurdos donde, entre más declaran, como en los pantanos, más hunden al Gobernador, y se hunden.

Ahora, lo que queda es ver con atención de qué madera están hechos nuestros políticos y ver hasta dónde se atreven los partidos a fijar posiciones en una cuestión clara de principios.

31 de marzo de 2008, 18:37

 

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio